Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue un compositor prolijo que caminó, musicalmente hablando, entre dos aguas bien diferenciadas: clasicismo y romanticismo. No en vano, se le atribuye ser el protagonista del prerromanticismo que imperó en Europa durante los primeros años del siglo XIX.
Los conciertos para piano de Beethoven son piezas interesantes, pero bien distintas entre sí, precisamente por el cambio cultural en el que se vio involucrado el de Bonn a medida que se fue desvinculando del mecenazgo clásico y fue más independiente en su forma de componer.
Otro factor que contribuyó al encumbramiento de Beethoven en la escena vienesa de finales del XVIII fue la desaparición de Mozart en 1791. El vacío que su muerte dejó en la aristocracia fue llenado, por aclamación, con la irrupción de un joven veinteañero alemán que comenzó a presentar una producción musical clásica, pero diferente.
En 1792 al joven Ludwig se le concede una beca para desplazarse de Bonn a Viena. Allí comienza a frecuentar a los aristócratas vieneses mostrando sus dotes de improvisación e interpretación de obras fáciles y agradables. Sus minuetos, danzas, serenatas y bagatelas tienen buena aclamación entre los acaudalados vieneses.
Conciertos para piano de Beethoven
El compositor alemán compuso 5 conciertos para piano, todos distintos entre sí, aunque todos con una estructura clásica en tres movimientos, rápido (allegro), lento (adagio / largo / andante) y rápido de nuevo (rondo / allegro).
- Concierto para piano nº 1 en Do mayor, Op. 15
- Concierto para piano nº 2 en Si bemol menor, Op. 19
- Concierto para piano nº 3 en Do menor, Op. 37
- Concierto para piano nº 4 en Sol mayor, Op. 58
- Concierto para piano nº 5 en Mi bemol mayor, Op. 73 (Emperador)
Los dos primeros (Opus 15 y Opus 19) son tranquilos, ordenados y comparables en carácter a las dos primeras sinfonías de Beethoven o a los conciertos para piano de Mozart. No en vano caen dentro de lo que se podría definir como la época clásica del compositor (finales del XVIII).
Se trata de dos obras de juventud y la mejor prueba de la insatisfacción del autor con las mismas fueron sus largos períodos de gestación. Y las modificaciones que sufrió cada una de sus partituras tiempo después de su estreno en público.
De hecho hay una curiosa correspondencia del músico alemán a sus editores Breitkopf & Härtel en las que, en un intento de vender su nuevo tercer concierto, reconoce que uno de sus primeros conciertos (el nº 2) “y por tanto no uno de mis mejores” se va a publicar por un editor competidor, Hofmeister. Y otro concierto, “escrito después en el tiempo” (el nº 1) será publicado por la casa Mollo & Co.
Sin embargo, los críticos no dudan que estos dos ensayos sirvieron para configurar los tres conciertos para piano y orquesta que habrían de seguir con el nuevo siglo.
Los conciertos para piano tercero, cuarto y quinto, son obras maestras que te recomiendo escuchar si buscas al genio alemán y no tanto conciertos al estilo mozartiano.
Estos tres últimos conciertos caen dentro de la nueva etapa creativa de Ludwig en la que compone por el placer de componer. Pero no hay que olvidar que el autor se sirve de su experiencia pasada en los dos primeros conciertos para tomar nuevos derroteros musicales. Veamos cada uno de ellos con detenimiento.
Concierto para piano nº 1 en Do mayor, Op. 15
Este concierto se comenzó a escribir en 1795, presentándose en 1797 cuando el compositor tenía 28 años. Y sufrió modificaciones posteriores en 1800 antes de dar la partitura por definitiva.
Su inicio festivo y animoso recuerda de inmediato a Mozart y al Clasicismo del siglo XVIII. Pero no puede negar ya la impronta de Beethoven desde sus primeros compases.
El concierto tiene tres movimientos y una duración, dependiendo de la grabación escogida, sobre los 35 minutos.
- Allegro con brio
- Largo
- Rondo (Allegro scherzando)
La orquesta comienza presentando lo que será el tema inicial a lo que sigue el piano repitiendo e improvisando sobre ese tema inicial.
El segundo movimiento, Largo, presenta una melodía lánguida y lenta del piano con el acompañamiento quedo de la orquesta en una bonita armonía.
El tercer movimiento es realmente animoso y te saca de la languidez del Largo anterior. El piano inicia una pegadiza melodía seguida con ímpetu marcial por la orquesta. Y desde ahí arroja animadas notas a modo de diálogo entre el instrumento principal y la orquesta.
Concierto para piano nº 2 en Si bemol menor, Op. 19
A pesar de tener un Opus superior al Op. 15 del concierto número uno, el segundo concierto para piano de Beethoven (Op. 19) es anterior en el tiempo. Y por eso recuerda tanto a Mozart.
El de Bonn comenzó la partitura en 1790, a los 20 años de edad, dándola a conocer en público el 29 de marzo de 1795 en Viena, a los 25 años de edad. Posteriormente la partitura sufrió algunas adaptaciones hasta ver la luz la versión definitiva en 1801.
El concierto tiene tres movimientos y una duración, dependiendo de la grabación escogida, sobre los 30 minutos.
- Allegro con brio
- Adagio
- Rondo (Molto allegro)
El primero de ellos es totalmente mozartiano y vienés. El adagio es un movimiento lento que alterna piano y orquesta con gran belleza pero algo aburrido si se compara con otros conciertos del compositor alemán. El tercero es, igual que el tercer movimiento del primer concierto, realmente pegadizo. Los compases iniciales del piano enseguida se pueden tararear. En definitiva, un concierto para agradar al mecenas en su corte principesca.
Concierto para piano nº 3 en Do menor, Op. 37
Una de las tonalidades favoritas de Beethoven a la hora de componer fue la Do menor. La tonalidad menor evoca sentimientos melancólicos y tormentosos frente a la alegre tonalidad mayor.
La estructura del concierto mantiene el patrón del siglo XVIII pero el compositor comienza a mostrar rasgos de individualismo y anticipa lo que está por venir (su tercera sinfonía “Eroica”). Por eso el tercer concierto para piano del alemán es una obra maestra. Aunque también recuerda en tonalidad y trazos al concierto para piano nº 24, K 491 de Mozart.
Este tercer concierto fue iniciado en 1796 y presentado en sociedad en 1803, solo un par de años después de dar por válidas las modificaciones de sus dos primeros conciertos “mozartianos”.
En sus compases se advierte un diálogo más fluido y entreverado del piano con la orquesta. Tal vez facilitado por las mejoras mecánicas que se iban introduciendo en los pianos de nueva cuña de principios de siglo.
Otras obras de Beethoven en clave Do y tonalidad menor además del concierto para piano nº 3 son:
- Cantata a la muerte del Emperador José II, WoO 87 (1791)
- Piano Trio, Op. 1, No. 3 (1793)
- Presto para piano, WoO 52 (1795)
- Allegretto para piano, WoO 53 (1796-1797)
- Sonata para piano, Op. 10, No. 1 (1795-1798)
- Piano Sonata, Op. 13, "Pathétique" (1798)
- Trío de cuerdas, Op. 9, No. 3 (1798)
- Cuarteto de cuerdas, Op. 18, No. 4 (1800)
- Sonata para piano No. 13, Op. 27, Movimiento segundo (1800)
- Sonata para violín, Op. 30, No. 2 (1802)
- Sinfonía No. 3, Op. 55, segundo movimiento (marcha funeral) (1803)
- 32 variaciones en Do menor, WoO 80 (1806)
- Obertura Coriolano, Op. 62 (1807)
- Quinta sinfonía, Op. 67 (1808)
- Fantasía coral, Op. 80 (1808)
- Cuarteto de cuerdas No. 10, Op. 74, scherzo (1809)
- Sonata para piano No. 26, Op. 81a, segundo movimento, "Abwesenheit" (1810)
- Sonata para piano No. 32, Op. 111 (1822)
El concierto tiene tres movimientos y una duración, dependiendo de la grabación escogida, sobre los 34 minutos.
- Allegro con brio
- Largo
- Rondo (Allegro - Presto)
El primero se abre con una pegadiza melodía de la orquesta con la impronta de Beethoven por los cuatro costados. Tras la larga introducción orquestal el piano replica la melodía inicial con soltura y alegría. El final de este movimiento es simplemente espectacular y enérgico. Puro Beethoven.
El segundo es un movimiento en tonalidad Mi mayor es bellísimo y antagónico del ajetreado Allegro inicial. Comienza el piano con una lánguida melodía también pegadiza y sentimental. Al terminar querrás volver a escucharlo, sobre todo cuando la orquesta arropa al piano en los primeros compases. Recuerda a los movimientos centrales de los conciertos para piano de Chopin.
El tercer movimiento no da respiro al final del segundo. Es otra obra maestra muy pegadiza.