Robert Schumann (1810-1856) fue uno de los compositores románticos por excelencia. Reunía, todo en uno, el dolor por las dificultades que atravesó hasta conseguir la aprobación de su matrimonio con Clara Wieck o por su enfermedad mental con brotes recurrentes a lo largo de su vida. Todo esto se reflejó en el sentimiento y pasión que puso en todas sus composiciones. Sus "Escenas del Bosque", Op. 82 (en el original alemán, Waldszenen) son una obra maestra de sus últimos años de vida.
Escritas entre 1848 y 1849, este ciclo de nueve piezas para piano fueron las últimas para piano escritas por el autor, ya en su madurez, y antes de ser internado en un centro de salud para atender su estado mental problemático.
Tal vez debido a estas dificultades mentales, y a las tensiones experimentadas, Schumann logró completar cientos de brillantes composiciones para piano, cámara, orquesta, lieder e incluso una ópera. De todas ellas, sus sucesivos ciclos para piano, Papillons, Carnaval, Estudios sinfónicos, Danzas de la Liga de David, Kreisleriana, y también sus Escenas del bosque, son verdaderas obras maestras.
Y lo son porque alternan pasajes melódicos muy intensos con pasajes oscuros y atribulados, tal vez difíciles de entender en su tiempo: puro romanticismo "en vena". Y también difíciles de aprehender para el oído del principiante en la música clásica.
Por todo ello, las Escenas del bosque son, para mí, una obra para un usuario avanzado, que debería empezar por el Schumann más asequible de la Fantasia en Do Mayor, por citar un buen ejemplo.
Contexto de Waldszenen
El contexto en que se escriben las Escenas del bosque, Op. 82 (terminadas de completar en 1849) es el de un Schumann de 38 años, que está experimentando dificultades mentales, solo atenuadas por la consoladora presencia de su mujer Clara (se habían casado en 1840).
Los grandes compositores del Romanticismo están plenamente emancipados de la música de mecenazgo de la anterior época clásica.
Gracias a las clases burguesas de las ciudades pueden enseñar música a cambio de un estipendio, sin depender de la caridad del mecenas. Gracias también al emprendimiento de editores musicales y de empresarios, publican sus obras para su venta, y organizan conciertos de los que vivir, si hay fortuna en el estreno.
Los músicos se liberan de las ataduras formales del Clasicismo y componen piezas con su propia impronta a las que llaman libremente, con denominaciones de fantasía. Así, en Schumann tenemos mariposas, carnaval, escenas de niños o escenas del bosque. Y dentro de cada una de estas, títulos sugerentes como Chiarina, Eusebius, Florestan, Coquette, Sphinxes, etc.
El propio compositor citó sobre el ciclo que nos ocupa:
Los títulos de las piezas musicales, desde que se han vuelto a poner de moda en nuestros días, han sido censurados aquí y allá, y se ha dicho que 'la buena música no necesita señalización'.
Ciertamente no, pero un título tampoco le quita su valor; y el compositor, al añadir uno, al menos previene un completo malentendido del carácter de su música.
Lo importante es que el título verbal sea significativo y adecuado. Puede considerarse la prueba del nivel general de educación del compositor.
La naturaleza y la riqueza visual y olfativa que esta ofrece está presente en el corazón del músico, del artista y del poeta. No hay un poeta alemán que no dedique versos y poemas al campo, a los animales, a la vida campestre.
Y es en este contexto que se componen y como hay que entender las Waldszenen Op. 82 de Schumann.
Una obra de caza y cazadores
Las nueve Escenas del bosque que componen las Waldszenen están ambientadas en un bosque florido y tupido de vegetación y vida animal en el que se adentran los cazadores.
Schumann eligió 7 poemas literarios relacionados con el bosque para sus respectivas piezas individuales que publicó en la partitura de 1850. Tres de ellos estaban en la de Canciones del bosque del poeta alemán, Gustav Pfarrius (1800-1884), pero no figuraron en la partitura original, que sí incorporó otros versos de Hebbel en la cuarta pieza, "Verrufene stelle" (Lugar encantado).
El bosque es un espacio natural que invita a adentrarse con su insinuante vegetación. Pero, una vez adentro, surgen miedos por lo ignoto del paisaje. Los altos árboles, con sus ramas amenazantes, las fieras que acechan en cualquier lugar, la vegetación tupida en la que puede aguardar una trampa insospechada.
Es en esta confusión de estados de ánimo que Robert Schumann quiso componer sus nueve "instantáneas auditivas".