Una de las cosas más sorprendentes de Franz Schubert (1797-1828) fue su amplísima producción musical a pesar de sólo haber vivido 31 años. Su lamentablemente marcha de este mundo el 19 de noviembre de 1828 dejó muchas obras y bocetos inacabados. Como el compositor abordó muchos palos musicales en vida, desde el lied o el piano solista hasta el gran formato sinfónico, esta desdicha le tocó también a una de sus piezas de mayor envergadura, la octava sinfonía (D. 759), mundialmente conocida como Sinfonía inacabada de Schubert.
El destino es así de caprichoso, pero el joven Franz, se puede decir que, aunque sin terminar ni pulir, dejó para la posteridad una obra maestra, aunque incompleta, compuesta en dos movimientos sublimes.
Sinfonías de Schubert
La obra de la que te hablo aquí es la Octava sinfonía del músico austríaco, que no fue la última, ya que compuso nueve en total.
De ellas, la Séptima sinfonía está sin orquestar y la Octava, incompleta. Por eso también se la conoce como inacabada o incompleta (en el original alemán "Die Unvollendete", en inglés "Unfinished" y en francés, "Symphonie Inachevée").
Y por eso, para el catálogo de Otto Deutsch (cuyo apellido presta la D a las obras del austríaco) esta sinfonía es en realidad la Séptima de su catálogo, y no la Octava. Pero, qué duda cabe, que para el gran público, y para la posteridad, siempre será la Octava Sinfonía de Schubert.
Del total, las seis primeras fueron escritas para pequeñas orquestas por lo que más que "grandeza" de formato, aspiran a ser partituras "entretenidas" y bonitas de escuchar. Ahora bien, la Quinta Sinfonía de Schubert (D. 485 de 1813) al igual que la Quinta de Beethoven, se considera de gran belleza y es una obra maestra muy conocida. Seguro que te suenan sus primeros compases.
Los críticos musicales dicen que sus movimientos interiores (Andante con moto y Menuetto) son alegres y el conjunto muy mozartiano.
Después siguieron una Séptima sinfonía que nunca fue orquestada y que hoy no se interpreta, la Octava, de la que te hablo aquí y la Novena Sinfonía de Schubert, otra obra maestra. Esta última, conocida como "la Grande en Do Mayor", se dice que es su mejor obra orquestal, y la más próxima a Beethoven en formato, energía y riqueza armónica.
Contexto de la Sinfonía Inacabada
Las seis primeras sinfonías de Schubert son piezas anteriores a 1825 cuando Franz tenía 28 años, y por tanto, en plena juventud. Sin embargo, en aquellos años, el joven quedó impresionado por la magnitud y grandeza de las Sinfonías nº 4 y 7 de Beethoven, y esto operó un giro en su forma de entender el formato sinfónico. Y es aquí donde comienza a gestarse el germen de la Octava sinfonía.
Esta Sinfonía la comenzó a trabajar en octubre de 1822, con 25 años. Poco después, entrando el otoño, ya tenía pergeñados los dos primeros movimientos que conocemos en la actualidad. Pero la sífilis vino en enturbiar el panorama creativo del músico, que tuvo que abandonar su tercer movimiento, un Scherzo con tan solo dos páginas orquestadas, cuando aún era un esbozo, para dejar la obra definitivamente en un cajón.
Además de la enfermedad, se especula que se sintió más atraído por una de sus grandes piezas para piano, la Fantasía Wanderer (Wanderer-Fantasie).
Durante su tratamiento contra la enfermedad venérea, Schubert, recién aceptado su ingreso en la Musikverein für Steiermark se sintió en deuda con su director, el músico Anselm Hüttenbrenner (1794-1868) a quien entregaría la partitura completa de su Octava sinfonía.
Sin embargo, el poseedor de la partitura, Hüttenbrenner no la dio a conocer en sociedad hasta 1865, en sus últimos años de vida (Schubert llevaba más de 30 años fallecido). El afortunado director de orquesta a cuyas manos fue a parar la partitura de Hüttenbrenner fue Johann von Herbeck (1837-1877) y el exitoso estreno de los dos movimientos existentes se produjo el 17 de diciembre de 1865, en Viena (Austria).