Si por algo destacan las composiciones de Brahms (1833-1897), en cualquier formato, es por la riqueza de sus melodías, tormentosas, poderosas y lánguidas, que te sumen en una mezcla de tristeza y melancolía. También, cuando aborda sus cuatro sinfonías o sus dos conciertos para piano, en lo densas y robustas que son, por lo que no son recomendables para los que se inician en la música clásica. La Sinfonía nº 3 de Brahms, escrita cuando tenía 50 años, es probablemente la mejor de las cuatro que compuso.
Sigue leyendo para saber más sobre la Sinfonía nº 3 de Brahms.
Contexto
Para entender cómo se pudo componer una gran obra maestra es necesario analizar el contexto vital en el que se desenvolvió su autor.
Si durante su infancia pudo ser utilizado por sus padres para presentarlo como un nuevo niño Mozart, en tabernas de baja estofa de Hamburgo, para ganarse la vida, en general, la vida adulta de Brahms fue tranquila y ordenada.
Así correspondía a una persona introvertida, de estado civil soltera (no por ello no enamoradizo), fiel seguidora de los grandes clásicos (Haydn, Mozart y Beethoven) y muy exigente consigo misma.
Sus grandes valedores y amigos fueron el matrimonio Schumann (Clara y Robert). Sobre él, llegó a escribir en una crítica musical Robert Schumann, que era el "que había de venir" (tras Beethoven).
Por su parte, el director y pianista Hans von Bülow (1830-1894), su benefactor, amigo y fundador de la Orquesta de la Corte de Meiningen, que programó muchas de sus obras, dijo de él que "después de Bach y Beethoven, es el más grande, el más sublime de todos los compositores". En sentido contrario, su contemporáneo ruso, Tchaikovsky, lo llamó, no sin cierta envidia, "bastardo sin talento".
La crítica favorable, en vez de sumirlo en una falsa vanidad, lo hizo aún más introvertido y cauteloso a la hora de presentar nuevas composiciones de gran formato.
Es por eso que su primera sinfonía (Op. 68) no se presentó al público hasta 1876, cuando el hamburgués tenía 43 años, tras varios años de escritura y arreglos continuos. Esto le valió el aplauso del público y la crítica, que incluso habló de la "décima de Beethoven".
La segunda sinfonía (Op. 73) data de 1877 y la tercera (Op. 90) tuvo que esperar seis años para ser estrenada, en 1883.
Pero el músico de Hamburgo no perdió su tiempo en este interregno sinfónico, ya que compuso su Concierto para violín, Op. 77 (1877) o su Concierto para piano nº 2 (Op. 83) entre 1878 y 1881.
La “Wiesbadener”
Brahms pasó el verano de 1883 en la ciudad balneario de Wiesbaden, en el suroeste de Alemania, a orillas del río Rin.
Allí alquiló un estudio con vistas al valle del Rin y pasó agradables días de trabajo, asueto y tal vez baños. Todas ellas condiciones perfectas para la composición de su sinfonía en Fa mayor. Por eso, el propio autor la llamó su "Wiesbadener".
Presentación a Dvorak
En octubre de 1883, Johannes interpretó el primer y cuarto movimiento de la sinfonía al piano para su amigo Antonín Dvořák, de vuelta a Viena.
Este envió la siguiente misiva al editor de ambos músicos, N. Simrock:
“Hace poco estuve en Viena y pasé unos días muy agradables con el Dr. Brahms, que acababa de regresar de Wiesbaden. ....
“Usted conoce lo reticente que (Brahms) es incluso con sus amigos y músicos más queridos con respecto a su trabajo, pero conmigo no lo fue tanto. Cuando le pedí que me mostrara algo de su nueva sinfonía, se mostró inmediatamente dispuesto a tocar el primer y el último movimiento al piano.
Digo sin exagerar que esta obra supera a sus dos primeras sinfonías; si no, tal vez, en grandeza y poderosa concepción, entonces ciertamente en belleza. […] ¡Qué magníficas melodías hay para el hallazgo!”.
Estreno en Viena
En concreto, el estreno de la tercera sinfonía de Brahms se produjo el 2 de diciembre de 1883 por la Orquesta Filarmónica de Viena, dirigida por Hans Richter. Este proclamó que la tercera, era la "Eroica de Brahms" (en alusión a la tercera de Beethoven).
La acogida del público y de la crítica fue entusiasta. En palabras del musicólogo y crítico musical austríaco Eduard Hanslick (1825-1904), era "artísticamente, la mejor de las sinfonías de Brahms hasta el momento", valoración que sostuvo tras el estreno de la cuarta sinfonía (Op. 98) en 1885.
Sin embargo, no faltaron los críticos como Hugo Wolf (1860-1903) quien se refirió a las sinfonías de Brahms como “asquerosamente rancias y prosaicas, fundamentalmente falsas y perversas”.
La Sinfonía se editó por primera vez en Berlín, mayo de 1884, por N. Simrok.
